Se trata de destacar la calidad de la consciencia en la comunicación, la que puede ser capaz de crear puentes de entendimiento dentro de la comunidad educativa – como reza el famoso dicho de los tres Mosqueteros: “Todos para uno, uno para todos!”
De verdad, esto es mucho más verdadero de lo que podéis imaginaros: Si mis clases son malas, eso tendrá efecto en el resto de la escuela, aunque no lo detecten, porque todos estamos con todos unidos y nunca el éxito sera sólo de uno. A eso se refiere la idea “sistémica” en tanto la acción de uno condiciona el resultado de otro. Esa ética de la responsabilidad colectiva se convierte en una realidad para el futuro nuestro porque, como dijo Einstein, los problemas no pueden ser resueltos al mismo nivel en que surgen. ¿Qué significa eso para nosotros los profesores? Significa: Dando un paso consciente hacia la observación, llamado conciencia de la situación, somos más capaces de registrar los procesos involucrados en la clase, pudiendo ver venir las cosas con antelación, anticipándonos a los conflictos.
Se trata de un término de la Teoría de la Organización, que se planteó la cuestión de cómo reaccionan óptimamente las organizaciones ante los conflictos, los disturbios y los desastres. Los psicólogos organizacionales estadounidenses Weick y Sutcliffe investigaron esto y encontraron que el epítome del rendimiento de una organización es «una aguda conciencia de los detalles de diferenciación». Con esto queremos decir que cuando se actúa, se es consciente del contexto respectivo y se presta atención a la medida en que la situación dada se desvía de las expectativas. En este sentido, se trata de una visión holística en el momento presente, llamada Conciencia Situacional«. (ver Weick/Sutcliffe, Managing the Unexpected. Stuttgart p. 34)
Dejadme explicar lo que significa una Cultura de Atención Plena en un colegio: todo se basa en el entendimiento de que el ser humano no es una máquina trivial a dirigir y subordinar, sino que es un ser dotado de potenciales y también de limitaciones, las que pueden ser enormemente reducidas en el actuar coordinado y solidario del grupo.
Una institución, inspirada de esta forma, puede entonces actuar con mayor eficiencia que un jerarquía basada en una autoridad personalizada y vertical, la cual siempre queda limitada a una percepción estrecha y unilateral de los acontecimientos, quedando inhabilitada para dar verdadera solución a problemas complejos. Allí surgirá, entonces, una organización dinámica, que es capaz de educarse, de mejorar, de formarse, o sea, una organización que aprende.
Un colegio guiado por la Cultura de Atención Plena es capaz de lograr una visión más amplia, más profunda y humana que, sin duda, puede sustentar una gestión institucional verdaderamente exitosa. Fijáos en este diagrama:
Calidad de Proceso en la Atención Plena Organizacional.
(Gráfico propio, según Weick/Sutcliffe)
Esto significa, en concreto y en nuestro caso, que a todos los niveles en nuestra escuela estamos muy atentos:
1. Para detectar a tiempo errores y mal funcionamiento – evitando culpar a personas, sino buscando directamente soluciones, sin discriminar, en tanto los errores se ven positivamente como un indicador para mejorar el sistema, ya que todos se ven a sí mismos como parte del sistema escolar dinámico, de modo que la superación de un déficit beneficia a todos los actores de la escuela. Esta actitud se diferencia de la reacción típica, propia de la institución jerárquica y patriarcal tradicional, que se ve a sí misma como un órgano de mando superior, como también de los profesores, los que actúan como representantes de este orden basado en el control y la imposición, confundiendo autoridad con efectividad;
2. Para resistir a las simplificaciones burdas o explicaciones monocausales ante conflictos o problemas, porque si una comunidad escolar quiere verse a sí misma como una ‘organización que aprende’, estará interesada en analizar los sistemas y los procesos de cambio, inmersa en una cultura de ‘Feedback’;
3. Para observar con atención renovada las interacciones entre nosotros y todos los participantes del evento escolar – lo que implica también autocrítica, una autoevaluación y un rechazo a lo rutinario – renovando un espíritu de solidaridad, superando la competencia y la rivalidad entre colegas;
4. Para reaccionar con flexibilidad, porque ya no se practica una cultura del déficit (de la falla o el error), sino que se buscan soluciones actuando con creatividad, inteligencia y naturalidad;
5. Para fomentar un alto aprecio al mayor saber y a la experiencia de una persona en cada situación, conscientes de que la tarea común requiere de una reflexión permanente y una disposición a aceptar la mejor opción ante cualquier tarea o problema, venga de quien venga.
Atrás va quedando el querer perfilarse ante los demás, tratar de excluir a los ‘espíritus libres’, utilizando prejuicios y valoraciones de lo que es «correcto» e «incorrecto», conscientes de que estas actitudes no pertenecen a un proceso escolar abierto y dinámico. Como pueden ver, estamos hablando aquí de un cambio de paradigma, de salir de una cultura del déficit hacia una cultura de atención plena, con el objetivo de elevar la calidad del proceso de enseñanza y de estudio.
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