¿Qué les parece?: les describo el panorama que muy a menudo se nos presenta a los pedagogos, al iniciar una clase: mis alumnos están allí sentados con desgano y aburrimiento, ausentes, como asfixiados bajo una campana de cristal. Nos deseamos entonces una varita mágica que nos permita transformar este estado en una sala llena de actividad, de alumnos sonrientes y con sed de aprender y participar, que logren sentirse a sí mismos como seres creativos, con compromiso e iniciativa…
Podríamos, por supuesto, continuar como antes, porque es más cómodo y la institución escolar puede exigir al estudiante un comportamiento adaptado a normas corrientes, blandiendo en su mano una palanca más larga. ¿Pero sería justo seguir así?
¿No estaríamos violando nuestra ética profesional y restringiendo los derechos de libertad y educación de los alumnos? Por lo demás, ¿no deberíamos sorprendernos entonces de que cuando los profesores presionan, los estudiantes la pasen a otros en forma de bulling? Esto tiene un efecto negativo en toda la atmósfera de la clase, con el resultado de que el profesor ahora tiene que lidiar con problemas de comportamiento, paralizando el proceso de aprendizaje. Esto, en última instancia, destruye todo intento de mejorar la calidad de la enseñanza y del colegio, negándole a sus alumnos el éxito en su educación.
Entonces, ¿qué hay que hacer?
Toda empresa que quiere tener éxito en el mercado se ve en la necesidad de aplicar continuamente un sistema de control y gestión de la calidad. Debe ofrecer un buen servicio a sus clientes y ser evaluada por ello.
¿Por qué las organizaciones pedagógicas no pueden actuar de esta manera también, estableciendo las normas en nuestra sociedad competitiva moderna? Después de todo, las escuelas dicen que preparan a los estudiantes para esta sociedad. Si las escuelas quieren ser creíbles a vistas de los niños y de sus padres, a quienes prestan su servicio formativo, si quieren ser una autoridad debido a su competencia profesional, entonces deberían presentar su prueba de calidad a la sociedad. Esto, por supuesto, significa que los actores en la escuela deben ser conscientes de los errores del sistema, abordarlos en conferencias y en el Círculo de Calidad de la escuela, realizar evaluaciones y analizarlos para ofrecer soluciones.
Por eso: ¡Necesitamos un cambio de paradigma, otro modelo ideal, y necesitamos repensar la escuela!
Algunos ya objetan: «Sí, pero damos buenos títulos y notas escolares y universitarias, tenemos profesores bien formados que dan lo mejor de sí. Tal crítica es completamente injustificada!».
Bueno, si las escuelas actualmente no tienen su propia disciplina de investigación «Calidad Escolar», ni revisan seriamente su calidad de proceso, entonces sólo podemos preguntar a los científicos que se ocupan de estudiar profesionalmente los problemas de los niños y jóvenes.
Así es que el neurólogo Gerald Hüther constató:
“Los niños son a los 5 años de edad 98% pequeños genios, pero con 15 años este genio se ha reducido a sólo un 5%.” Y también encontró la causa principal, diciendo que tratamos a los chicos como objetos de funcionamiento automático, puesto que son ‘un paquete de impulsos de la libido’, como lo diría Freud en el siglo pasado. Efectivamente, así se trabaja normalmente en clase: Nosotros los profesores pensamos que con un impulso metódico les damos tareas de aprendizaje a los alumnos, que luego controlamos y evaluamos.
Pero los estudiantes de Freud, como C.G. Jung o Viktor Frankl, no se conformaron con la explicación de Freud y continuaron la investigación psicológica, llegando a los resultados actuales siguientes:
El hombre como sujeto libre, tiende a su autorrealización y a la individualización, está perfectamente en condiciones de tomar responsabilidad en su propio camino de experiencia en la vida.
Entonces, debemos tomar en serio lo que nos quiere decir la psicología moderna: Estamos tratando con un estudiante, que es capaz de emanciparse siempre cuando le demos la oportunidad de responder a estas preguntas esenciales:
¿Quién soy yo y qué sentido tiene la vida para mi?
¿Cómo puedo desarrollar el potencial que hay en mí e integrarlo, junto a mis intereses, a la clase?
Si el pedagogo moderno logra ayudar para que se sepa responder a estas preguntas, los alumnos podrán encontrar confianza en sí mismos como sujeto de su proceso de educación. La libertad del ser humano sólo puede realizarse a través del autoconocimiento.
Eso significa para nosotros los profesores asumir la tarea urgente de repensar la escuela, lo que también significará poder hacer más fácil las cosas para nosotros:
Si nos equipamos con conocimientos sobre la personalidad del estudiante -siempre que nosotros mismos tengamos conocimiento de nosotros mismos-, entonces nosotros, como profesores, podremos estar más relajados en la clase, entender a los estudiantes, a cada uno de ellos, orientarlos de acuerdo con sus inclinaciones personales, observarlos como actores en su proceso de estudios y vernos a nosotros mismos como tutores y compañeros de aprendizaje.
Dejad que al final os cuente la historia de la experiencia que tuve en mi primera entrevista con el director del colegio. Al entrar por vez primera en el hall de entrada del colegio, me encontré con un cartel que decía:
“No somos víctimas pasivas de las circunstancias, en tanto que nosostros podemos llegar a ser arquitectos conscientes de nuestra propia vida”. (Víctor Frankl)
Me asaltaron las dudas: ¿alumnos como actores protagonistas del colegio?
¿No se está poniendo al mundo de cabeza? Después de todo, la escuela debe preparar a sus alumnos para una carrera exitosa y no tanto para una carrera hacia la felicidad.
El Director me recibió amablemente, invitándome a pasar a su oficina, la que con sus paredes claras y colores suaves parecía más bien una sala de estar con aire de meditación y sin rastro de trajín de oficina o de burocracia. Él no era ya de lo más joven, pero su actitud mostraba una cierta frescura de espíritu. Él notó mi asombro y sonrió:
”Bueno, aquí funcionan las cosas en forma algo distinta, como usted puede notar. Lo mejor es contarle ya nuestra historia, por así decirlo, de primera mano. Entonces, ahí va: hace cinco años realizamos una encuesta entre los graduados de bachillerato sobre el nivel de satisfacción con nuestra escuela. Era la tendencia ya desde entonces, pues la escuela se entiende hoy como una organización moderna de servicio y que formula sus pautas orientativas, su visión, su misión, hasta su estrategia y sus medidas individuales, todo lo cual debe ser evaluado. Eso fue lo que hicimos, pues al fin y al cabo habíamos logrado excelentes resultados de bachillerato, algo notable, ¿no es así?
¡Pero la encuesta arrojó resultados aplastantes! Aunque alumnos y padres nos atestaron avances en el aprendizaje, buen apoyo y preparación para el bachillerato, fomento de la autoconfianza, desaparición del miedo a la escuela y un sentimiento de gran seguridad en la institución, de tal modo que un 80% de ellos recomendaría este colegio a otros….Hasta aquí todo muy bien.
Pero entonces llegó algo inesperado: se expresaron en forma muy crítica sobre la calidad de los procesos en esta escuela, p.ej. ante la pérdida de clases, de un trato injusto y un sistema de notas poco transparente. Sobre todo se habrían deseado una mejor comunicación con el profesor y con la dirección, o sea, más asequibilidad y disposición al diálogo, un reaccionar de manera más efectiva y rápida ante conflictos, una mayor disposición a dar soluciones en reuniones con los padres y en días de consulta, que hubiera más posibilidades de cooperación en la escuela, pero, sobre todo, que la Dirección de la escuela debería mostrar un mayor aprecio por padres y alumnos a la hora de comunicar.
También fue sacudida nuestra auto-comprensión como difusores del conocimiento por encargo del Estado y como instancia certificadora de estudios: los padres de nuestros alumnos exponían que la economía del futuro planteaba nuevas exigencias de personalidad y de competencias a los jóvenes, a las que no dábamos respuesta adecuada con el usual método de aprender de memoria o de “Learning for Tests” – algunos padres llamaron a esto incluso “aprendizaje bulimia”.
Un padre que se desempeña en negocios internacionales, escribió allí que, según un estudio del Banco Mundial, los quinceañeros de hoy trabajarían después en profesiones que todavía no existen: nuestros currículum, por lo tanto, deberían ser formulados nuevamente.
Siempre se dice que en el mundo laboral se exige un desarrollo constante de potenciales, ya que el llamado progreso tecnológico requiere una adaptación constante. Pero nunca se habló de desarrollar potenciales en la escuela, pese a que la sociedad del futuro se concibe como una sociedad de idoneidad. Aquí se trata de ‘Competencias We-Q’, es decir, de capacidades idóneas, de una larga serie de atributos, como responsabilidad, capacidad de recuperación, autorregulación, auto-eficacia, pensamiento sistémico, capacidad de relacionarse, comunicación dialógica, capacidad de transformación y de realización, poder visionario, atención plena, emprendimiento, etc.
Pareció que los padres que son empresarios han aprovechado la ocasión dejando en claro lo que esperan de la escuela. Probablemente supongan que nuestra sociedad se quedará sin trabajadores y que la ocupación autónoma será la norma.
En lo que respecta a eso, el sistema escolar estatal aún no ha hecho sus deberes, al menos casi nada de eso se ha puesto en práctica. Además: la mayoría de los profesores no tiene experiencia en negocios o como autónomos. Pasaron de la escuela a la universidad y ahora están impartiendo sus conocimientos acumulados con una variedad de métodos, por supuesto, pero la conexión con el mundo del trabajo es muy escasa, por lo que los padres tienen razón.”
¿Qué decidió hacer el director entonces? Entonces comenzó a repensar la escuela.
Se puso en contacto con consultores de gestión que lo entrenaron y le sugirieron un concepto para la gestión del cambio en la escuela. Seleccionó a los profesores adecuados con los que discutió la estrategia de gestión del cambio. Se mantuvieron muchas conversaciones con los colegas, se llegó a un acuerdo sobre la comunicación consciente en la escuela, se celebraron sesiones de capacitación por y para los profesores hasta que se estableció la conciencia del cambio de paradigma. Algunos profesores, que no querían apoyarlo, dejaron la escuela, otros que querían, se unieron y así el concepto se desarrolló más y más en la práctica. Esto se debe principalmente al director y su buen ejemplo.
Pero no era fácil porque las personas no convencionales siempre llevan arena a los molinos. Al principio, el consejo educativo quería reemplazarme con un nuevo líder, pero luego el departamento comenzó a comprender el alcance de la reforma y el hecho de que todos estamos en el mismo barco cuando se trata de hacer que nuestras escuelas sean sostenibles y a prueba de futuro, y también se podría aprender de nuestra experiencia.
Estando él en una posición expuesta, de responsabilidad, tenía que aprender duramente al querer cambiar la tienda: El cambio de valores y el cambio de actitud tienen que comenzar por si mismo, de lo contrario todo es falso y no auténtico. Sólo entonces se puede desarrollar una cultura de liderazgo positiva en la escuela.
Pero lo lograron, así que están en mejores condiciones para preparar a los estudiantes para un cambio cultural sostenible en el mundo del trabajo. Se necesita autoestima y firmeza cuando los viejos patrones de pensamiento y comportamientos se rompen cada vez más. Eso vale más que nada para los jóvenes, porque los jóvenes anhelan aprecio y sentido en sus vidas.
Bien, queridos lectores, espero que estas líneas nos sirvan para hacer las preguntas más importantes y encontrar al menos un camino de respuesta. ¡Hasta pronto, siempre con la mayor confianza!